No podemos hablar de inteligencia emocional sin mencionar a Daniel Goleman, psicólogo y periodista norteamericano, que dio lugar al término ‘inteligencia emocional’. Goleman definía la inteligencia emocional como “la capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las relaciones”.
La escuela de negocios y formación EAE Business school recoge que, para Goleman, la inteligencia emocional tiene dos vertientes: la interpersonal y la intrapersonal.
Estas habilidades cada vez son más requeridas y valoradas en el mundo empresarial y en el sector de los Recursos Humanos. Tanto es así que, numerosos estudios, entre los que se encuentra ‘Inteligencia emocional para el crecimiento de las organizaciones’, de Harvad Deusto, han demostrado que una de las competencias fundamentales a la hora de conseguir el éxito profesional es la inteligencia emocional. Ya lo decía Goleman en su libro: “En el mejor de los casos, el CI (cociente intelectual) parece aportar tan sólo un 20% de los factores determinantes del éxito”.
Es por ello que, en un mercado cada vez más globalizado y competitivo, las empresas buscan a personas que no estén sólo bien preparadas técnicamente para el desarrollo del trabajo diario, sino que, además, precisan que estas personas sean capaces de utilizar sus habilidades emocionales para desarrollar su labor profesional.
El psicólogo y director de En Equilibrio Mental, Jesús Matos Larrinaga, destaca, en declaraciones a Holded, que “la gestión de emociones es un proceso central que influye en todas las áreas de la vida”. “Las emociones son un mecanismo que nos ayuda a adaptarnos al medio para estar adaptados. El área laboral no es una excepción”, relata.
“Si comprendemos mejor nuestros estados internos –uno de los factores clave en la inteligencia emocional–, estaremos en mejores condiciones para poner en marcha el mecanismo. Además, las personas que son más inteligentes emocionalmente comprenden mejor las emociones de los demás, lo que hace que puedan empatizar a un nivel más profundo, y ello les permite comprender cómo se sienten las otras personas, lo que facilita las relaciones laborales”, añade.
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Cinco dimensiones básicas son las que recoge Goleman en su libro ‘Inteligencia emocional’ como necesarias para desarrollar la inteligencia emocional en la empresa:
Además, como indica la red Anáhuac –formada por más de diez universidades y que mantienen una estrecha vinculación con con las principales empresas y con los líderes empresariales más destacados de México– todas estas características están estrechamente ligadas con el liderazgo.
“Si bien es cierto que la inteligencia emocional es una habilidad natural para algunas personas, existen estrategias que todo mundo puede seguir para lograr mejorar la inteligencia emocional y así lograr un mayor liderazgo emocional”, sostienen sus expertos.
Para Anáhuac, ”las competencias emocionales determinan cómo un empleado se relaciona con sus colegas y son un factor fundamental a la hora de trabajar en equipo”. “La inteligencia emocional en la empresa también juega un papel básico para procesar la frustración y el estrés, ya que un buen manejo de emociones y sentimientos negativos representa una ventaja en el desempeño laboral”, añaden
Y concluyen: “Sin importar el rol de una persona dentro de la empresa, su fortaleza emocional será de gran ayuda para cumplir sus tareas básicas, pero aún más importante, para destacar; pues inteligencia emocional y liderazgo son dos aspectos que van de la mano”.

El profesor en Dirección y Gestión de Persona de la Universidad Abierta de Cataluña –UOC–, experto en Inteligencia Emocional en las organizaciones, coach de Nuevos Directivos y autor del libro ’Trabaja en Modo Actitud y Cambia tu mente cambia tu vida Ed Mestas’, Manel Fernández Jaria, explica, en entrevista a Holded, cómo trabaja la inteligencia emocional en las empresas:
“Para trabajar la inteligencia emocional en las organizaciones y transformar la cultura de empresa existen diferentes modelos y todos son tremendamente útiles. En las empresas con las que colaboro, siempre les propongo trabajar en dos fases:
Son sesiones motivacionales especialmente diseñadas para promover la reflexión e incidir en el empoderamiento personal y profesional de los participantes. Se trata de un trabajo intensivo sobre temática específica de desarrollo personal que tiene por objetivo inspirar al cambio presentando un nuevo camino para salir sin miedo de la zona de confort y despertar el interés por la mejora personal y la orientación a resultados corporativos.
La práctica de la inteligencia emocional con dominio dirigido es un entrenamiento mental acompañado para ver el desarrollo progresivo de las diferentes competencias. La ruta para este trabajo se apoya en seis campos base:
Las emociones son contagiosas y una sola persona puede influir mucho en el entorno. Un programa eficaz de intervención siempre debería empezar por los equipos directivos y mánagers para, luego, seguir desescalando hasta llegar a toda la empresa”.

Manel Fernandez Jaria responde: “No siempre en la selección de personas y en la promoción profesional la inteligencia emocional es relevante. No hacerlo claramente es un grave error del que, con el tiempo, las empresas llegan a ser conscientes”.
Daniel Goleman recoge en su libro que la inteligencia emocional es el factor de éxito más importante en cualquier carrera, más que el cociente intelectual o la pericia técnica. Y cuanto más elevada es la posición de alguien en una organización, más importante es la inteligencia emocional, ya que ésta es responsable de entre el 85 y el 90% del éxito de los líderes de las organizaciones.
En este sentido, Manel Fenández Jaria añade que “si las personas de la organización tienen mayor inteligencia emocional, desde su posición mejoran las relaciones, los equipos se cohesionan, el clima de trabajo se hace favorable y la productividad mejora de forma considerable”.
Jesús Matos Larrinaga, por su parte, señala que “las emociones están relacionadas con el rendimiento”. En este sentido explica que, por ejemplo, a nivel de ansiedad, la Ley de Yerkes Dodson nos dice que necesitamos un estado de activación concreto –depende de la tarea– para un rendimiento óptimo, ni muy poco activados ni demasiado activados, dependiendo de la dificultad y el grado de automatización de la tarea.
Por lo que concluye, “si sabemos cómo gestionarnos emocionalmente, estaremos en mejores condiciones a la hora de mejorar nuestro rendimiento; y además, la alta inteligencia emocional actúa como factor de protección a la hora de caer en el burnout; es decir, es más difícil que una persona que sabe reconocer, identificar, entender y modificar sus respuestas emocionales acabe quemada en el trabajo”.