Autónomo vs. SL: diferencias clave en fiscalidad, responsabilidad y costes para que elijas la mejor opción para tu negocio en 2025.
¿Autónomo o Sociedad Limitada? Esta es una de las primeras y más importantes decisiones que debes tomar al iniciar tu camino emprendedor. Elegir la forma jurídica adecuada para tu negocio influirá directamente en aspectos clave como la fiscalidad, la responsabilidad legal, los costes y las posibilidades de crecimiento.
Emprender es una aventura apasionante que implica asumir retos, tomar decisiones estratégicas y construir una base sólida para que tu proyecto tenga éxito. Si ya has decidido trabajar por cuenta propia, el siguiente paso es definir cómo vas a operar legalmente. En términos generales, si buscas una opción sencilla, con menos trámites y costes iniciales bajos, ser autónomo puede ser suficiente. Pero si tu objetivo es crecer, atraer inversores, proyectar una imagen más profesional y proteger tu patrimonio personal, constituir una Sociedad Limitada (SL) puede ser la alternativa más adecuada.
En este artículo, te explicamos las diferencias entre ambas fórmulas para que puedas valorar cuál se adapta mejor a tu modelo de negocio y tomar una decisión informada desde el inicio.
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gestionar tu propia actividad económica, ya sea como profesional independiente, como comerciante o como empresario individual, sin disponer de un contrato laboral con una empresa.
Algunas de las características principales de los trabajadores autónomos son:
Cuando decidas trabajar por cuenta propia, puedes optar por crear una empresa. La sociedad limitada (SL) es un tipo de estructura empresarial en España en la que el capital social está dividido en participaciones y los socios tienen responsabilidad limitada al capital aportado. Esto significa que, en caso de deudas, los socios no responden con su patrimonio personal, solo con lo invertido en la sociedad.
Las características fundamentales de las S.L. son:
Como ya hemos comprobado, decidirse por ser autónomo o crear una Sociedad Limitada supone diferencias clave en cuanto a la responsabilidad económica y la gestión fiscal, pero vamos a analizar con más detalle cuáles son las ventajas y desventajas de cada figura.
Convertirse en trabajador por cuenta propia ofrece numerosos beneficios que explican por qué esta figura sigue siendo una opción muy popular:
Por otra parte, constituir una Sociedad Limitada conlleva beneficios significativos que pueden compensar la mayor complejidad de su creación:
Esta tabla permite visualizar rápidamente las principales diferencias entre simplemente ser autónomo o constituir una sociedad limitada.
Ser autónomoTener una SLResponsabilidad ilimitada: se responde con todo el patrimonio ante las deudas.Responsabilidad limitada: los socios solo responden con el capital que hayan aportado a la empresa.Menores trámites y costes: solo es necesario darse de alta en la Seguridad Social y en la Agencia Tributaria.Mayores trámites y costes: constitución de la sociedad, apertura de cuenta bancaria, gestión contable y fiscal, etc.Menores obligaciones legales: solo debe cumplir con las obligaciones fiscales y sociales de los autónomos.Mayores obligaciones legales: debe cumplir con las obligaciones legales y fiscales de las sociedades, así como con las obligaciones específicas de las SL, además de las propias de cualquier persona física.Mayor dificultad para acceder a financiación: los bancos suelen exigir más garantías a los autónomos.Mayor facilidad para acceder a financiación: las SL pueden obtener préstamos, líneas de crédito y otras formas de financiación.Menor imagen de profesionalidad: los autónomos pueden ser percibidos como menos profesionales que las empresas.Mayor imagen de profesionalidad: las SL proyectan una imagen de mayor seriedad y confianza.Mayor dificultad para crecer: el autónomo es el único responsable del crecimiento de su negocio, aunque puede subcontratar.Mayor facilidad para crecer: la SL puede contar con más socios, trabajadores y recursos para expandirse.
Decidir entre convertirse en autónomo o constituir una Sociedad Limitada requiere analizar diversos factores que impactarán directamente en el funcionamiento diario del negocio. A continuación exploramos los aspectos clave que debes considerar antes de tomar esta importante decisión.
La diferencia fundamental entre ambas figuras radica en la responsabilidad patrimonial. Como autónomo, asumes una responsabilidad ilimitada, lo que significa que respondes con tu patrimonio personal presente y futuro ante cualquier deuda generada por tu actividad empresarial. En contraste, una SL limita la responsabilidad al capital aportado por los socios, protegiendo así tus bienes personales.
Los autónomos tributan mediante el IRPF, un impuesto progresivo con tipos que oscilan entre el 19% y el 45% según el nivel de ingresos. Las Sociedades Limitadas, sin embargo, están sujetas al Impuesto de Sociedades con un tipo fijo del 25% (15% durante los dos primeros años con beneficios). Esta diferencia hace que a partir de una base imponible de aproximadamente 41.400 euros, resulte fiscalmente más ventajoso operar como SL.
Un aspecto relevante es la cotización a la Seguridad Social. Los autónomos pueden beneficiarse inicialmente de la tarifa plana, pagando 80 euros mensuales durante el primer año (que se puede alargar hasta 24 meses según circunstancias). Los autónomos societarios también pueden solicitar esta bonificación, aunque su cuota suele ser superior (unos 85 euros con la reducción del 80%).
Los trámites para darse de alta como autónomo son significativamente más sencillos, pudiendo completarse en un solo día mediante el alta en la Seguridad Social y en Hacienda. Por otra parte, crear una SL implica un proceso más complejo que incluye notaría, registro mercantil y otros trámites administrativos, y que puede demorarse entre 5 y 30 días.
El mantenimiento de una SL conlleva mayores gastos debido a obligaciones contables más exigentes. Las sociedades deben llevar diversos libros contables y presentar cuentas anuales. Como autónomo pagarás menos gestoría, ya que tu contabilidad será más sencilla.
Anteriormente, constituir una SL requería un capital social mínimo de 3.000 euros, algo que ha cambiado con la aprobación de la Ley Crea y Crece: ahora es posible iniciar con solo 1 euro, aunque existe la obligación de destinar el 20% del beneficio a reserva legal hasta alcanzar los 3.000 euros junto con el capital social. Los autónomos no necesitan realizar ninguna aportación inicial para comenzar su actividad.
Las entidades financieras suelen mostrar mayor predisposición a conceder créditos a sociedades limitadas que a autónomos. Esto se debe principalmente a que las SL proporcionan información contable y financiera más transparente, generando mayor confianza económica. Aunque, finalmente, lo determinante suele ser el aval o garantía ofrecida.
Una SL proyecta una imagen más profesional y sólida ante clientes y proveedores. Esta percepción de mayor seriedad y solvencia puede resultar decisiva en ciertos sectores o para negocios con ambiciones de crecimiento. Algunos clientes o proveedores incluso exigen trabajar con sociedades mercantiles por considerarlas más fiables.
En cuanto a la contabilidad, como autónomo disfrutarás de una gestión más simple, sin auditoría ni balances complejos. Únicamente deberás presentar el libro de ingresos/gastos y facturas, declarar el IVA trimestral y el IRPF anual.
Por su parte, las SL deben realizar una contabilidad más formal (libros mercantiles, balance, cuenta de pérdidas y ganancias). Además, tributan por Impuesto de Sociedades, presentan cuentas anuales en el Registro Mercantil y , si superan ciertos límites, requieren auditoría.

No hay una única respuesta a esta pregunta, por lo que quizá la más adecuada sea depende, ya que la situación de cada emprendedor es diferente. Sus posibilidades económicas en el momento de crear la empresa, su patrimonio, los posibles clientes, el tipo de negocio y su escalabilidad determinan la conveniencia de constituirse como autónomo o SL.
Como hemos visto, constituir una sociedad limitada implica un desembolso mayor e implica unos trámites que pueden resultar difíciles de asumir para muchos emprendedores que están empezando, que apenas quieren poner en marcha su idea de negocio y necesitan un tiempo para que todo funcione como esperan.
Por ello, si esa es tu situación, nos atrevemos a recomendarte que comiences como autónomo, que te des un tiempo para aprender el funcionamiento del negocio, para crecer, ganar clientes y generar ingresos. Y cuando ya tengas el negocio más asentado, con proveedores y clientes fijos, cuando cuentes con un día a día definido, des el paso para constituir una sociedad limitada.
¿Y por qué creemos que es aconsejable crear una sociedad limitada cuando la compañía esté asentada? En primer lugar, porque cuanto mayor sea la empresa, mayores son los gastos y las posibles deudas y, ante una imprevisible caída, solo tendrás que responder económicamente con el capital que hayas invertido. Es decir, tu patrimonio personal quedará inmaculado.
Además, impositivamente, la SL es más beneficiosa, ya que si tu empresa crece, y los beneficios con ella, los impuestos no se incrementarán de la misma forma que si estás dado de alta como autónomo.
Finalmente, otra razón nada desdeñable es que como sociedad limitada te será más sencillo seguir creciendo, ya que la reputación juega en favor de este tipo de sociedades frente a los autónomos. Y eso es esencial para alcanzar acuerdos con posibles proveedores y nuevos inversores.
Conoces la figura jurídica emprendedor de responsabilidad limitada? Aquí, te contamos todos los requisitos.
La rentabilidad de ser autónomo frente a constituir una sociedad (como una SL) depende de varios factores, como el volumen de ingresos, el tipo de actividad, los gastos deducibles y el riesgo del negocio.
Sin embargo, en general podemos afirmar que ser autónomo es más rentable para ingresos bajos o irregulares (por debajo de 60.000 euros al año), en el caso de que tengas pocos gastos deducibles (régimen de estimación simplificada) y si no hay deudas o responsabilidades legales elevadas.
Por el contrario, en términos de rentabilidad, es preferible elegir la figura de la SL cuando se prevé una facturación elevada, para optimizar fiscalmente los beneficios (puedes dejar dinero en la empresa -tributando solo el 25%- y retirarlo como dividendos más tarde, con un IRPF escalonado o si tienes muchos gastos deducibles, como dietas, vehículos o amortizaciones.
Si has estado trabajando como autónomo pero tu negocio ha crecido o si buscas mayor protección patrimonial, transformarte en Sociedad Limitada (S.L.) puede ser el siguiente paso natural.
El primer paso crucial es constituir formalmente tu S.L. Esto implica elegir un nombre único (verifica su disponibilidad en el Registro Mercantil), definir los estatutos sociales y reunir el capital mínimo requerido de 3.000 euros (recuerda que solo necesitas desembolsar inicialmente el 25% de este capital).
La formalización se completa con la firma de la escritura ante notario y su posterior inscripción en el Registro Mercantil, lo que conlleva unos costes iniciales que suelen oscilar entre 600 y 1.500 euros.
Una vez constituida la sociedad, llega el momento de traspasar tu actividad. Deberás dar de alta fiscalmente tu nueva S.L., obteniendo el CIF y registrándote en el IAE correspondiente. Si vas a ser el administrador de la sociedad deberás darte de alta como autónomo societario, lo que significa seguir cotizando en el RETA con cuotas generalmente más elevadas que las de un autónomo estándar.
El siguiente paso es comunicar a clientes y proveedores que ahora trabajarás a través de la S.L., actualizando todos tus contratos y facturas. Si tu actividad como autónomo contaba con bienes como equipos, vehículos o locales, puedes optar por traspasarlos a la sociedad mediante venta o aportación no dineraria, aunque esta operación tiene implicaciones fiscales que conviene estudiar con un asesor.
Las obligaciones posteriores marcan una diferencia significativa respecto al régimen de autónomo. La S.L. exige una contabilidad más rigurosa, con llevanza de libros mercantiles y presentación anual de cuentas en el Registro Mercantil. Fiscalmente, pasarás de tributar por IRPF a hacerlo por el Impuesto de Sociedades, con un tipo fijo del 25% sobre beneficios.
Este cambio resulta especialmente recomendable cuando el volumen de facturación supere los 60.000-80.000 euros anuales, cuando exista un riesgo empresarial considerable que aconseje limitar la responsabilidad o cuando se planee expandir el negocio con socios o inversores. Sin embargo, para negocios pequeños o con baja rentabilidad, el coste y la complejidad administrativa pueden no compensar las ventajas

El proceso administrativo para iniciar una actividad económica varía considerablemente dependiendo de la forma jurídica elegida. Mientras que la figura del autónomo permite empezar a trabajar con rapidez, la SL implica trámites más formales y estructurados.
Para darse de alta como autónomo, solo son necesarios dos trámites fundamentales que pueden completarse en un único día: inscribirse en Hacienda mediante el modelo 036 (declaración censal) y registrarse en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos (RETA) de la Seguridad Social.
Este proceso puede realizarse de forma telemática o presencial, sin coste alguno para la tramitación en sí misma, aunque posteriormente deberás abonar las cuotas correspondientes. Es importante realizarlo antes o el mismo día de inicio de la actividad, ya que hacerlo con posterioridad puede suponer perder beneficios y aplicación de recargos.
En contraste, constituir una Sociedad Limitada requiere un procedimiento más complejo que suele demorarse entre 5 y 7 días, aunque algunas gestorías ofrecen servicios para agilizarlo a 3 días. Los pasos necesarios incluyen:
Adicionalmente, es obligatorio que al menos el administrador de la SL se dé de alta como autónomo societario. Los costes totales de constitución de una SL oscilan entre 300-600€ solo en gastos notariales, a lo que hay que sumar otros trámites administrativos.
Recuerda que, tanto si decides darte de alta como autónomo como si prefieres la opción de la SL, Holded puede ayudarte enormemente en la gestión diaria de tu negocio: desde la facturación hasta la presentación de impuestos, pasando por funciones de ERP, CRM o inventario pensadas para que puedas cumplir con la normativa de forma rápida y sencilla.