Arrancar un proyecto empresarial junto a la persona con la que ya tenemos en marcha un proyecto sentimental puede ser arriesgado, pero también fascinante y productivo. Si tienes una idea de negocio entre manos y no sabes si hacerlo en pareja, lee con atención este artículo. El amor puede ser la mejor receta del éxito empresarial.
Por mucho que seáis pareja y marquéis unas reglas laxas en vuestra convivencia diaria, montar una empresa es otra historia. Esto no va de olvidarse de poner el lavavajillas una tarde, de dejarse la taza de café con leche en la mesita de noche o de usar por equivocación el cepillo de dientes que no toca.
Emprender en pareja es mucho más. De ahí que es fundamental que marquéis desde un inicio “las reglas del juego”. Eso se traduce en elaborar un contrato entre vosotros en el que se identifiquen todos los aspectos de estos acuerdos.
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Lo primero que tenéis claro antes de lanzaros al poner en marcha un negocio conjunto es que vuestra modélica relación de pareja no es siempre garantía de éxito empresarial. No basta con compartir el mismo gusto por la gastronomía o la música, ahora hay que poner sobre la mesa los objetivos y las metas reales. Es necesaria una visión común del proyecto y para ello hay que estar bien alineados desde el minuto cero.
Además, es necesario que adoptéis unos roles claramente definidos, en función de vuestras aptitudes. Uno de los conflictos más habituales entre parejas sentimentales es la diferencia de estilos de trabajo. La personalidad, el carácter y el talento son armas de doble filo: pueden funcionar como un tiro en una relación sentimental, pero ser un desastre en un proyecto empresarial.
Si te gusta, por ejemplo, vivir bajo presión, pero tu pareja es una balsa de aceite, llevadlo al terreno de los negocios: para ti, la negociación comercial y para la otra parte, la administrativa. Así, con todo. Definid claramente las funciones dentro del equipo de trabajo. Determinad las responsabilidades que ha de asumir cada uno de vosotros en base a vuestras aptitudes y vuestro talento.
Es conveniente que determinéis de forma clara los horarios de trabajo, la duración de la jornada laboral, las vacaciones y cualquier otro punto que afecte a las dinámicas laborales. Definid el tiempo que dedicáis a la empresa para disponer de tiempo para cuidar de la relación de pareja.
Y eso hay que llevarlo también al terreno personal, de manera que pueda llevarse a cabo una buena conciliación familiar. Si separar al 100% la vida personal de la profesional ya resulta en muchas ocasiones utópico, aún lo es más cuando se trata de un negocio gestionado por una pareja.
Marcad reglas de convivencia como, por ejemplo, no hablar de trabajo al traspasar el umbral de la puerta de casa, no usar el teléfono móvil para responder llamadas de curro a partir de cierta hora…

Si, en vez de trabajar como autónomos, constituís una sociedad, tienen que quedar bien determinado los porcentajes de participación de cada uno de vosotros y las responsabilidades dentro del proyecto empresarial. Sólo de esta manera es posible construir unos cimientos sólidos.
La libertad financiera resulta complicada. La clave radica en que, en el ámbito estrictamente empresarial, una de las partes sea capaz de gestionar la ejecución financiera de ambas partes.
Pero eso no choca para nada con algo que resulta fundamental para la supervivencia de la relación: que cada parte mantenga una independencia financiera y que disponga de recursos para “gastos propios”. Es decir, separad la economía de pareja de la economía empresarial. Vamos, que una cena con amigos de la escuela no ha de salir del fondo de gastos de la empresa.